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Cristo del Perdón (leyenda)
En el interior de la iglesia de San Esteban se encuentra un Cristo románico que protagoniza una de las pocas leyendas conservadas en Sos del Rey Católico.
Manteniendo la esencia del relato, permitirme la diversión de crear esta libre versión. Con rimas obvias y tontadas varias, fruto de una tarde acalorada. Y sin más dilación, vayamos a la cuestión.
Damas y caballeros, tomen asiento, y permanezcan atentos a este relato de violencia y celos…
Un apuesto mozo andaba con gallardía,
cuando la mirada de una joven le robó el alma y la vida.
Si no era con ella, existir no merecía.
¿Por qué no me ama?, se lamentaba,
¡soy joven, lozano y apuesto!, clamaba.
Mas ella le ignoraba.
Descubrió que la dama no sólo no le amaba,
sino que era a otro al que su corazón entregaba.
¿Qué hacer?, se lamentaba.
Ciego de celos, ni comer podía.
Ya no disfruto de las manzanas (que era su fruta favorita),
hasta el agua sabe a ceniza.
Si los celos ofuscan, mezclados con hambre y sed,
convierten el pensar con claridad en una labor sin par.
Y de las mil y un ideas que podía nuestro mozo tener, se decantó por la más vil y cruel…
¡Mató en emboscada al otro al que amaba su amada!,
pensando que así al fin su corazón ganara.
No solo no consiguió a la dama,
sino que notó cómo su propio corazón se marchitaba.
¿Qué he hecho? se lamentaba,
más la justicia no le apresaba.
Vencido de pena y remordimientos, buscó en la fe el consuelo.
Cada día sin faltar a San Esteban acudía, y se postraba a rezar frente al Cristo de rodillas.
Fama de hombre piadoso alcanzó, sin sospechar los sosienses la verdad de su corazón.
Un día como otro cualquiera, cuando frente al Cristo se encontraba,
se le acercó una mujer pesarosa,
¡vengo a pediros una cosa!.
Rezando todos los días, más caso que a mi os harán en el cielo.
Pedid por el descanso de mi hijo,
emboscado en una de estas esquinas,
asesinado en la flor de la vida
¡que sea capaz de llegar al Paraíso!.
Y si un hueco además tenéis,
rogad por mi un poquito también,
ya que la paz no hallo
desde que me falta el muchacho.
¡Arrea! pensó nuestro mozo.
¡Pero si es la madre del otro!.
Sin celos, hambre ni sed, el mozo podía pensar bien.
¡Buaaaaa!, se echó a llorar,
y a la madre confesó,
que al muchacho él mato.
A entregarme a la justicia voy,
no puedo más con mi propio lamento,
el castigo terrenal merezco.
Imploro vuestro perdón,
de lo más arrepentido estoy.
La mujer ojiplática quedó, ¡frente al asesino de su hijo estaba!
Pero ¡cómo se lamentaba el mozo!.
Joven, lozano y apuesto… a pesar de pesaroso.
Dudando se encontraba la madre,
¿perdonarle sería un desaire?.
¡Ay si mi muchacho aquí estuviera!
¿perdonaría que perdonase a quien la vida le segase?.
En estas cuitas se encontraba la madre,
cuando levanto la mirada sin saber qué contestarle.
Un pequeño crujido escucharon.
Ruidos de iglesia vieja, pensaron.
Mas al girar la cabeza,
vieron la talla del Cristo…
¡¿quieta?!
Un sonrisa estaba en su cara, serena y tranquila, que antes no estaba. Y la cabeza no yacía caída, sino que se encontraba bien erguida.
Madre y mozo se frotaron los ojos (cada uno los suyos, no penséis arrobos),
mas la imagen del Cristo seguía cambiada, ¡un milagro! ¡una llamada!
La madre perdonó al mozo.
El mozo se entregó a la justicia,
y el Cristo del Perdón,
jamás perdió su sonrisa.
Creer la leyenda puedes, o no, si es lo que prefieres. Pero si a San Esteban entras, para junto al Cristo del Perdón, fíjate en la expresión de su cara, y deja que apacigüe tu alma.
Gracias por haber leído, escribirlo ha sido de lo más entretenido, pero como bien has deducido, de poesía… ¡jamás publicaré un libro! 😉
Y sí, has pensado bien, no hay fotografía del Cristo pues no he logrado el permiso (aún)
Portal del Mudo
La verdad es que comparándolo con otros lugares, con lo intensa que ha sido la historia de Sos del Rey Católico, son pocas las leyendas que han llegado hasta nosotros. Una de ellas, de lo más truculenta, es la que da nombre a uno de los portales, el Portal del Mudo.
Durante la Guerra de la Independencia, desde enero de 1810 hasta el 1 de marzo de 1813, Sos estuvo ocupado por el ejército francés. En algún momento de ese período, el destacamento francés vio una noche salir del pueblo a un mozo, sigiloso, a escondidas… Como en las historias de “elige tu propia aventura” de mi infancia, ahora puedes elegir entre tres opciones:
1.- El mozo era un pastor que salía a buscar su rebaño
2.- El mozo tenía un amor ilícito y salía a escondidas a encontrarse con su amada
3.- El mozo era un espía de los guerrilleros
El destacamento francés lo vio claro, ¡la opción 3! ¡la opción 3! Así que apresaron al mozo y le torturaron para hacerle confesar qué es lo que sabía, a quién se lo iba a contar y dónde iba a tener lugar el encuentro. El mozo, por no traicionar a su pueblo, se mordió fuerte la lengua… ¡y se la arrancó!.
Y ahora llega mi parte favorita de la historia… porque el general francés, viendo “tal muestra de arrojo y valor” decidió liberarle. Pero el mozo murió desangrado cuando iba a entrar a la villa, en el portal que desde entonces se llama “Portal del Mudo”
¡Feliz noche de ánimas!
PD: Parece que es imposible de manera consciente hacer lo que hizo el mozo de la leyenda. Suponemos es que al pobre le dió un ataque de epilepsia y le liberaron por miedo. Lo que está claro es que en momentos duros es importante buscar la esperanza en el ejemplo de otros, y el mozo se convirtió en todo un héroe al que se recuerda 200 años más tarde. En cuanto a qué hacía saliendo a escondidas…