Como ya sabrás, Sos del Rey Católico participa en el programa Luce tu pueblo, patrocinado por Ferrero Rocher y que se emite los domingos en el canal Divinity. El concurso busca el pueblo más bello y bueno, y el premio es la iluminación de navidad. No voy a hablar de la belleza de Sos, ni siquiera os voy a pedir el voto. Y es que, desde que a finales de verano nos dijeron que participábamos en el concurso, le he estado dando vueltas al concepto de “bondad”… Lo que voy a escribir –como siempre- es fruto de mi propia percepción, mis opiniones (válidas o no para otros), lo que veo sin haber nacido aquí pero llevando ya 15 años viviendo en este pueblo.
Ha habido unos años complicados en Sos del Rey Católico, detonantes diversos crearon una división perceptible en el pueblo, se respiraba un ambiente que variaba de lo irascible a lo simplemente triste. Por eso, ver la implicación que ha habido en el video promocional que se ha grabado para el concurso ha sido para muchos una bella, increíble y motivadora sorpresa.
En otros de los pueblos participantes hemos visto iniciativas solidarias muy chulas: mercadillos con objetos fabricados por los niños en el colegio, talleres que cumplen una función de integración social…
En Sos del Rey Católico no tenemos acciones “grandes” y que tengan una continuidad en el tiempo. Hay un grupo de la Asociación Española contra el cáncer que recauda dinero y organiza charlas informativas, algún año la Asociación de Jóvenes ha organizado en navidad recolecta de alimentos (el primer año, ¡se vaciaron las estanterías del supermercado!), recuerdo también un mercadillo solidario en el Palacio Español de Niño, hay campañas puntuales desde algún establecimiento (colaboraciones)… lo dicho, no hay acciones grandes y permanentes.
Pero… sí encontramos multitud de pequeños gestos puntuales pero habituales. Tan pequeños y habituales que no solemos tenerlos en cuenta, que no somos capaces de darles el valor que tienen, son pequeñas gotas de nuestro día a día:
La señora que pasa toda la mañana con el chico que viene a leer los contadores de la luz porque es su primer día de trabajo y anda perdido por el laberinto de Sos. El hombre que paga el café del de al lado porque sabe que no pasa por un buen momento. La madre que se ofrece a llevar a la niña de otra familia a las extraescolares porque se ha enterado de que el hermano pequeño está pachucho. Llevarle madalenas caseras a la bibliotecaria estresada (ha habido alguna temporada en la que ha sido tan habitual que me he llegado a preocupar por cómo se me tenía que ver). El animar a alguien a participar en alguna de las actividades (la torre tejida, los cursos del Aula Mentor) para motivarle a salir de casa y relacionarse. Recoger el paquete que trae un transportista para el vecino porque en ese momento no está en casa (¡mil gracias a Las Coronas por los paquetes que recogen por mi!). Las personas que se ofrecen de voluntarios en la Rompepiernas, para la cabalgata de reyes, para el nacimiento de un rey, para montar la tasca en la Feria, para vender las rifas, para hacer migas en las jornadas micológicas. Quien le lleva un ovillo de lana a una mujer que vive en la otra punta del pueblo porque se ha quedado sin material para trabajar en la torre tejida y la biblioteca está de vacaciones. En esos días de invierno en el que las calles de Sos parecen pistas de patinaje, el ofrecerse a un vecino mayor a comprarle el pan. ¡Esas chocolatadas en las que estamos todos invitados!
Además, ¿te has dado cuenta de cuántas veces se oye en las calles de Sos del Rey Católico “¿te ayudo?” “¿puedo ayudarte?”?. A la mujer que va a subir escaleras con el carrito; al que lleva una caja; al que va cargado con la compra y no atina a abrir la puerta; al que ha de ir o volver de Sangüesa y no conduce; al turista que le da vueltas al mapa y no logra orientarse; al padre que está maniobrando con las dos puertas del café llevando el carrito del bebé; a la bibliotecaria que con mascarilla anda subiendo y bajando libros del depósito (de verdad, no os imagináis cuántas personas se ofrecieron a echarme una mano en ese proceso)…
Son muchos pequeños detalles, creo que habituales en los pueblos, que llevan bondad en ellos. También hay otras pequeñas cosas que no son tan positivas, no creáis. Pero en mano de cada uno está saber fijarse en lo que tiene valor y fomentarlo.
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