En entradas anteriores hemos visto cómo el arte medieval utilizaba los animales (reales y monstruosos) para adoctrinar sobre el bien y el mal, vertiendo sobre ellos virtudes y defectos.
Relacionado con lo que se pretende transmitir a través de algunos animales y los seres híbridos, encontramos al conocido como “hombre salvaje”. Cuerpo cubierto de pelo, largas barbas y cabellos, aspecto fiero y fuerte. En ocasiones viste algo similar a un taparrabos, y es habitual representarlo empuñando un garrote como arma o bastón.
El prototipo de esta figura aparece en los siglos XIII-XIV, y los dos siglos posteriores puebla reprepresentaciones artísticas y leyendas. Aparecerá con frecuencia en el arte gótico y renacentista, como contrapunto al caballero y como guardián de escudos nobiliarios. Uno de los ejemplos más bonitos de la contraposición salvaje/civilizado se encuentra en la Lonja de la Seda de Valencia, del siglo XVI (la imagen, de Chosovi, vía wikipedia)
A pesar de ser un icono posterior, existen algunos antecedentes en el siglo XII, en un capitel de la catedral vieja de Salamanca y en la llamada “Biblia de Pamplona” (la ilustración de la locura de Nabucodonosor).
Y ahora, veamos lo que encontramos en la portada románica de San Esteban:
Te ayudo. Un varón, cubierto con un taparrabos, con un garrote en la mano. ¿Un hombre salvaje?
Contras: es una representación escasa en el románico, a pesar del deterioro de la portada no parece que el cuerpo esté cubierto de pelo, le falta la cabeza (pero me apuesto tres garbanzos a que tenía barba y pelo largo).
Pros: ¿qué es si no? No forma parte de ninguna escena, y además… es la figura inferior de las tres situadas en el extremos exterior izquierdo de la jambas, ¿y a quién tiene sobre él? A un hombre civilizado, bien compuesto, con espada.
Aunque no se ajusta al prototipo estético que se desarrollará en el gótico, por su aspecto y localización, diría que tiene la misma función de contraponer salvaje/civilizado. ¿Qué opinas?
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