En el arte cristiano el alma tiene una forma corpórea, es una representación de la persona que la albergaba. Así, en las escenas de bienaventurados y condenados, lo que vemos representadas son “personas” que han ido al cielo o al infierno. Pero, ¿cómo ha llegado allí el alma?
En los sepulcros medievales es frecuente la representación de la elevación del alma (elevatio animae), en la que dos ángeles llevan el alma del difunto (representado como adulto o como niño) hacia el cielo. Y andaba yo de vacaciones en León, fijándome en ese detalle de los sepulcros del interior de la catedral, cuando recordé una de las piezas de la portada de San Esteban, situada en la arquivolta interior, la sexta empezando a contar desde la izquierda del espectador.
Estas semanas, en las que invertí algún tiempo en revisar fotografías de las escapadas pasadas, lo volví a recordar, así que ¡manos al teclado!
A pesar de que los pobres han perdido la cabeza, se distingue claramente a dos ángeles. Ambos se dirigen a una figura central, desmadejada, a la que ayudan a incorporarse.
Me despista el que la figura desmadejada se agarre de uno de los ángeles. Y aunque no es la manera habitual de representar la elevatio animae en el arte medieval, he encontrado una composición similar en el monumento funerario de Margarita de Brabante (obra de Pisano, en Génova, comienzos del siglo XIV). Está incompleta, por lo que el detalle de agarrarse o no se pierde. Nuestra imagen está en la portada, no en un sepulcro, pero… ¿qué otra cosa podría ser?
Pingback: Portada románica de San Esteban - Ruta del Tiempo
Pingback: Ángeles, almas y expolios - Ruta del Tiempo